Pilar Martínez Clares, Licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación y Doctora en Pedagogía, profesora titular de la Universidad de Murcia España. Nos visitó el pasado mes de agosto donde compartió con académicos de la Universidad de Valparaíso en el Taller de Formación orientada por competencias, y el curso de Formación Médica Basada en Competencias, de la Escuela de Medicina de nuestra Universidad. Sus líneas de investigación entrelazan el aprendizaje por competencias, formación y evaluación de competencias e indicadores de calidad en el aprendizaje universitario, así como también la implicancia de las TIC en dichos procesos. Bajo este marco, la académica nos brindó la siguiente entrevista que compartimos con ustedes:
¿Cómo impactan las TIC en la formación por competencia?
La Formación Basada en Competencias (FBC) es la formación que más se acerca a los intereses y actuaciones de la educación actual, convirtiéndose las competencias en el lema del cambio educativo. Esta formación es necesaria situarla dentro del proceso de reestructuración de las sociedades contemporáneas occidentales, motivado por los cambios asociados a la globalización, las tecnologías de la información y el conocimiento (TIC) y la creciente multiculturalidad. Más específicamente se inscribe en el contexto actual de transición de nuestras sociedades de sistemas industriales basados en el trabajo, propio de la primera modernidad, a otros basados en el conocimiento, donde el trabajo, la formación y la educación se orientan a la adquisición de competencias, más que a cualificaciones específicas para tareas prescritas.
La FBC precisa de una visión comprensiva del escenario actual para propiciar una mejor adaptación a este nuevo contexto social, lo importante es enseñar a pensar para aprender a saber y a saber hacer sin descuidar o menospreciar el saber ser y el saber estar, superando la clásica formación centrada sólo en la transmisión de conocimientos y en el adiestramiento de habilidades específicas. Por todo esto, la FBC es difícil comprenderla sin una estrecha relación con el entorno donde las personas (profesionales) se desenvuelven habitualmente, y por ello es esencial y prioritaria considerar las TIC.
La FBC se caracteriza fundamentalmente por su orientación hacia los resultados y es definida como un proceso de enseñanza- aprendizaje que facilita la transmisión de conocimientos y la generación de habilidades y destrezas, pero además desarrolla en el participante las capacidades para aplicarlas y movilizarlas en situaciones reales de trabajo (actitudes y comportamientos), capacitándolo para aplicar sus competencias en diferentes contextos y en la solución de situaciones emergentes. Esta formación requiere cambios a la hora de desarrollar el proceso de enseñanza-aprendizaje, reconfigurando el rol del que enseña y del que aprende. De esta forma, el docente, no es la única fuente de conocimiento, por lo que no prima ya su transmisión. La enseñanza no es lo más importante, sino el aprendizaje del estudiante, éste se convierte en el protagonista de este proceso, él tendrá que gestionar su propio aprendizaje con el apoyo, ayuda, guía, asesoramiento, orientación… del docente. No se trata de enseñar, sino de aprender.
El centro de aprendizaje es el “aprendiz”. Debemos desechar las ideas pasadas, donde enseñar era sinónimo de aprender. Quien aprende se sitúa como centro del proceso de aprendizaje y el papel del docente es más el de facilitador del aprendizaje que de transmisor de conocimiento, exigiéndole a este la utilización de las estrategias metodológicas más adecuadas (activas) y la utilización de las TIC, vivimos en una sociedad tecnológica (digital) y hay que aprovechar el uso sin abuso de las mismas, empezando para ello a educar en la escuela hacia el buen uso de las TICs.
¿Qué son las metodologías activas y cómo se materializan en la formación por competencias?
En los últimos años, la renovación curricular propuesta en el plan Bolonia y la implantación del enfoque formativo basado en competencias, ha provocado grandes cambios en el proceso de enseñanza y aprendizaje de las instituciones de educación superior con la finalidad de equilibrar el desajuste educativo detectado en los titulados insertados en el mercado laboral (OIT, 2013).
Algunos analistas atribuyen este desajuste a la incorrecta selección de las competencias que integran los planes de estudios por falta de complementariedad de perspectivas entre agentes educativos y sociales en el momento de su diseño. En esta línea, la OCDE (2011) en su informe “Towards an OECD Skills Strategy” asocia el “Skill mismatch” o desajuste competencial, a la falta de comunicación entre estos actores sociales y considera la necesidad de movilizarlos para obtener un mayor conocimiento del mercado laboral y de la formación universitaria respectivamente. Otros, lo atribuyen a las dificultades para desarrollar y evaluar las competencias en las aulas universitarias por falta de información y comprensión entre el profesorado para definir el qué y cómo enseñar en el nuevo escenario educativo que plantea el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES).
De esta forma, el uso exclusivo de las metodologías tradicionales como la lección magistral puede potenciar el aprendizaje memorístico o bulímico, es decir, aquel que los estudiantes aprenden para el examen y lo borran rápidamente (…) para hacer sitio al siguiente, reduciendo las posibilidades de implantar la tendencia actual del aprendizaje activo y dinámico más acorde con la formación en competencias (centrado en aprendo, practico y aplico). Para ello, los métodos propicios para este aprendizaje pueden ser el trabajo cooperativo, el aprendizaje basado en problemas, desarrollo de proyectos, entre otros métodos complementarios a una metodología expositiva de calidad, todos ellos pertenecientes a las denominadas metodologías activas del aprendizaje. Diferentes investigaciones constatan los beneficios del uso de estas metodologías más innovadoras en la enseñanza universitaria con resultados significativos, tanto en el desarrollo de las capacidades del estudiante, como en su satisfacción con la formación recibida.
El aprender haciendo que tiene sus bases en el constructivismo y el aprendizaje significativo, aprender en situación… además de un aprendizaje experiencial e inductivo, a través de preguntas de reflexión sobre la acción. A través de estas metodologías activas, el alumnado construye su propio aprendizaje y nuestro rol como docentes cambia de transmisor a facilitador y mediador, por lo que tenemos que integrar en nuestra práctica docente el aprendizaje en situación (situacional), aprendizaje centrado en proyectos, aprendizaje basado en problemas, aprendizaje a través del descubrimiento, es decir el aprendizaje centrado en el estudiante.
¿Cómo se entiende la evaluación en un proceso de formación basado en Competencias?
Evaluar es un proceso que recogida de información para llegar a una toma de decisiones, siendo necesarios criterios o parámetros estandarizados y una buena observación, sobre todo si queremos evaluar competencias, pues no se trata de aplicar un método determinado por su valor psicométrico o un ejercicio de cálculos numéricos y ponderaciones. Se trata de documentar evidencias explícitas sobre el desempeño para identificar aquellas áreas competenciales desarrolladas y las que requieren ser fortalecidas. Requiere información de diferentes fuentes, un juicio profesional y una toma de decisiones por consenso de expertos. En la evaluación es imprescindible el proceso de retroalimentación.
La evaluación debe tener un carácter instrumental, es decir, no tiene sentido evaluar por el simple hecho de evaluar, sino que debemos hacerlo para mejorar nuestra acción y valorar sus resultados.
Evaluamos a los alumnos para planificar y desarrollar mejor los procesos de enseñanza y aprendizaje que desarrollamos en las aulas; Evaluamos los planes de estudio para lograr que funcionen mejor y más eficazmente y para conseguir que ofrezcan las condiciones que favorecen un aprendizaje de calidad; Evaluamos al profesorado para incentivarle en su desarrollo profesional y promover las buenas prácticas docentes y Evaluamos, el sistema educativo para valorar la adecuación, la pertinencia y la eficacia de las políticas educativas que impulsamos. En suma, evaluamos para mejorar, no por rutina o por el mero gusto de evaluar.
Por eso es necearía la evaluación en tres momentos diferenciados pero complementarios, hablando de la evaluación inicial o diagnostica, la evaluación formativa o continua y la final o sumativa, las tres tienen sentido y dan sensibilidad al proceso de evaluar, la evaluación no solo es calificar es mucho mas, la calificación es tan solo una valoración expresada numéricamente.
Para evaluar competencias tenemos que reflexionar sobre que deben saber y saber hacer nuestros alumnos?, y cuál debe ser su saber ser y su saber estar?, para ello debemos plantearnos: ¿Cuál es el conocimiento válido? o ¿Qué deben aprender los estudiantes? ¿Cómo adquieren los conocimientos, habilidades y actitudes?, ¿Cómo evaluar para el logro de las competencias y asegurar el dominio de ellas?,…
¿Hay espacio para las TIC en el contexto de la evaluación en procesos formativos basados en competencia?
Por supuesto que si, como antes he comentado en una sociedad tecnológica y con alumnos que ya son nativos digitales, es imprescindible el uso de las TIC en todo el proceso formativo, incluyendo el proceso evaluativo.
¿Qué prácticas podrías recomendar a los académicos universitarios?
Yo insistiría en que se cultive mas el ser competente que tener competencia, en la sociedad liquida que vivimos es necesario que se sepa integrar, movilizar, transferir… una cosa es ser capaz y otra diferente ser competente, por lo que nos tenemos que centrar más en ser y menos en tener, es lo que no va a dar la marca personal y nos va a diferenciar, por tanto no hay que centrarse exclusivamente en la adquisición de conocimientos, estos gracias las TIC los tenemos accesibles, sino en la formación integral de los futuros profesionales y actuales ciudadanos.
La velocidad trepidante de los cambios y el impacto de la tecnología nos trae un nuevo presente. Un presente con nuevas y distintas exigencias para el desarrollo y futuro profesional, donde los jóvenes y actualmente no tan jóvenes son los protagonistas. La realidad social, educativa y laboral plantea nuevas demandas a las instituciones educativas.
Hoy se precisan nuevas respuestas al momento de fluctuación que vivimos, donde la seguridad se desvanece, al pasar de la sociedad del conocimiento a la sociedad inestable, a “la modernidad liquida”, como denomina Zygmunt Bauman a esta etapa de la historia.
Para este autor la vida liquida y la modernidad liquida están estrechamente ligadas. La primera es la clase de vida que tendemos a vivir en una sociedad moderna líquida. Esta última es “aquella en que las condiciones de actuación de sus miembros cambian antes de que las formas de actuar se consoliden en unos hábitos y en una rutina determinadas. La liquidez de la vida y de la sociedad se alimentan y se refuerzan mutuamente. La vida líquida, como la sociedad moderna líquida, no pueden mantener su forma ni su rumbo mucho tiempo…En una sociedad moderna líquida, los logros individuales no pueden solidificarse en bienes duraderos porque los activos se convierten en pasivos y las capacidades en discapacidades en un abrir y cerrar de ojos. Las condiciones de la acción y las estrategias diseñadas para responder a ellas envejecen con rapidez, y son ya obsoletas antes de que los agentes tengan siquiera la opción de conocerlas adecuadamente” (Bauman, 2003 , 2006 ).
Les recomendamos una de sus últimas publicaciones: “Las TIC y el Entorno Virtual para la Tutoría Universitaria” DOI: 10.5944/educXX1.13942
Revisa su editorial en el último número de la revista de Investigación Educativa de la Universidad de Murcia, España.