La inteligencia artificial ofrece un gran potencial en el campo de la educación, ya que puede ayudar a personalizar el aprendizaje, generar contenido adaptado a las necesidades de cada estudiante, mejorar el seguimiento y evaluación del aprendizaje, entre otros beneficios. Sin embargo, para sacarle el máximo provecho es necesario que los educadores y el sistema educativo desarrollen nuevas competencias, más allá de las digitales. Es esencial que se integren el pensamiento complejo, que contempla al pensamiento crítico, pensamiento sistémico, el pensamiento creativo y el pensamiento innovador.